Dicen que la familia real no debe intervenir en asuntos políticos. Dicen que deben ser discretos sobre sus ideas, ya que están por encima de las disputas partidarias. Dicen , asimismo, que deben ser moderadores entre controversias, o sea, que mucho menos deben crearlas. No deben votar en las elecciones generales para mantener esa equidistancia necesaria entre todas las tendencias políticas. Dicen...

Pero una de las nenas reales, la infanta Elena, la que parece que ha heredado la campechanía paterna que le viene por línea directa de su antepasada la reina Isabel II, tan simpática (y tan enredadora, por cierto), no parece estar dispuesta a seguir estas pautas que tanto rédito le han dado a su padre y se ha propuesto terciar en la controversia sobre la "fiesta nacional", de la que tanto se está hablando últimamente y en la que se están cargando tintas por el enfrentamiento y la decisión, democrática, por otra parte, de prohibirla en algunas Comunidades Autónomas, como por ejemplo Cataluña.

Parece que no es suficiente que la señora Aguirre, arrimandose siempre al barullo que tanto le gusta, haya declarado las corridas de toros como bien cultural en la C.A. de Madrid. Ahora es un miembro de la familia real el que parece gustar también del mismo barullo, y no se le ocurre nada mejor que ir vestida de esta guisa al último sarao en el que fue invitada.

Pues bien, me parece improcedente y denigratorio para todos los que estamos en desacuerdo con el maltrato a los animales, que una persona que no debe entrar en controversias, según lo apuntado anteriormente, se vista de esta manera y además vaya tan tiesa que corre el riesgo de desnucarse, como diciendo: "que quede bien clarito"...

Su padre podría darle algún consejo de lo que no debe hacer, aunque solo sea porque su presupuesto sale del mío.